Introducción al mindfulness

Publicado por Ximena Orihuela en

El término Mindfulness tiene su origen en la filosofía budista, pero es a principios de los 70´s. De alguna manera Mindfulness es una técnica de atención plena para aliviar el dolor y mejorar el bienestar fisco y emocional de las personas, en pocas palabras es una adaptación de la meditación al mundo occidental, quitando las connotaciones religiosas.

La palabra Mindfulness ha sido traducida al español como Atención Plena o Presencia Mental y significa prestar atención de manera consciente al presente con una actitud de curiosidad, sin enjuiciar y desde la aceptación.

Esto nos lleva a poder observar la realidad de una manera más nítida y transparente, al poder darnos cuenta de la interpretación subjetiva con la que percibimos nuestro día a día, nos permite “darnos cuenta” de lo que vivimos y no ser esclavos o esclavas de las emociones y pensamientos que surgen en nuestro cotidiano al vivir desde “el piloto automático”.

La mente habitualmente está dispersa y nos lleva al pasado, con el que muchas veces estamos resentidos, o a un futuro que queremos proyectar, generando mucha ansiedad y frustración.

La práctica de Mindfulness reduce nuestra propia reactividad desactivando nuestro automatismo habitual y permitiendo manifestar “respuestas” en lugar de “reacciones”. Nos aporta un medio con el que poder reducir nuestro sufrimiento y aumentar el nivel de bienestar.

Beneficios de la práctica Mindfulness

  • Se amplifica el nivel de comprensión de uno mismo y de la vida en general.La persona que vive con una conciencia plena desarrolla la capacidad de observar y no identificarse con los pensamientos, emociones o sensaciones.
  • A través de la práctica de Mindfulness podemos aprender a reconocer y aceptar nuestras emociones más difíciles,aliviando la necesidad de huir de ellas, negándolas o proyectándolas en otras personas.
  • Produce cambios físicos y psicológicos duraderos a corto, medio y largo plazoen la estructura interna del cerebro. Estos cambios permiten una mejor gestión del estrés y una reducción de las consecuencias negativas del mismo para nuestra salud física y emocional.
  • Reduce la impulsividad y la reactividad emocional, a la vez que se potencia la sensación de bienestar general.
  • Ayuda a desarrollar la calma, la empatía, la amabilidad, la aceptación y la compasión. De alguna manera la percepción de la realidad cambia, así como la forma de ver al otro y por lo tanto, la forma de relacionarnos.
  • Mejora el estado psicofísico general permitiendo vivir de otra manera ante lo que nos ocurre, siendo más comprensivos y tranquilos ante lo que nos acontece.

¿Y cómo comenzamos con esta práctica?

Si tienes niños pequeños en casa, aprovecha un momento en que estén dormidos. Si tienes un bebé puedes tumbarlo cerca de ti. Puedes poner una música relajante, si te apetece.

  • De pie, estira tu cuerpo unos minutos: mueve cuello, hombros, cadera, déjate sentir cada parte de tu cuerpo.
  • Siéntate en el suelo sobre un cojín o en una silla, con la espalda alineada y recta, cierra tus ojos.
  • Concéntrate en respirar y sentir cómo entra y sale el aire.

 

  • Mantén una actitud abierta, sin expectativas, sin pretender nada, observando lo que ocurre en tu mente.
  • Continúa respirando unos minutos y observando los pensamientos, imágenes y sensaciones.
  • Cuando sientas que ya has terminado, puedes ir abriendo los ojos.

Esto es como tu ducha diaria: igual que te duchas cada día limpiando tu cuerpo por fuera, puedes empezar a hacerlo por dentro, limpiando tu mente como si hicieras “un reset a tu cerebro”.

Por favor, no lo tomes como una obligación sino como un hábito a incorporar poco a poco, desde el disfrute y el placer.